Con este espíritu universal, el santo padre Francisco, establece que, en cada Iglesia particular se abra una Puerta de la Misericordia. Por eso, la Catedral primada, los Santuarios del Señor de Monserrate, Nuestra Señora de Guadalupe y Nuestra Señora de la Peña y las parroquias: Santa María de Jerusalén, Santa Isabel de Hungría, la Natividad de Nuestra Señora, el Niño Jesús, san Juan de Ávila, san Wenceslao y Nuestra Señora de Lourdes y las parroquias de Usme, Ubaque, Cáqueza y la Calera, en la Arquidiócesis, serán la meta de muchos peregrinos que en estos lugares santos serán tocados en el corazón por la gracia y encontrarán el camino de la conversión.
El peregrino gana la indulgencia celebrando el sacramento de la Reconciliación, participando en la celebración Eucarística, haciendo la Profesión de fe, orando por el Santo Padre, por los fieles difuntos y celebrando actos de piedad: Viacrucis, Santo Rosario.
LOS SIGNOS DEL JUBILEO
La peregrinación: Es caminar con Cristo e ir a su encuentro con nuestros hermanos, con quienes compartimos la fe y la esperanza. Es un momento significativo de la vida del creyente, que recorre un camino de constante vigilancia de la propia fragilidad, que le va preparando para la conversión de corazón. La meta del creyente es la tienda del encuentro con Dios; avanzamos hacia ella a través de su Palabra, de la Iglesia, de la Reconciliación, de la Caridad, del encuentro con la humanidad, del encuentro personal con Dios y de cada uno consigo mismo.
La indulgencia jubilar: Es el perdón, la reconciliación abundante y generosa, derramada sobre los que se convierten e imploran la remisión total de sus culpas, la restauración de sus vidas y personas. La indulgencia es manifestación de la plenitud de la misericordia del Padre, que sale al encuentro de todos con amor. Esta misericordia se hace visible en y por la Iglesia, que es presencia viva del amor de Dios, inclinado sobre toda debilidad humana. El Sacramento de la Penitencia ofrece el perdón de Dios, la comunión con el Padre y con su Iglesia; pero el perdón gratuito de Dios implica un cambio real de vida, una renovación de la propia existencia. Los confesores son el verdadero signo de la misericordia del Padre. Participan de la misión de Jesús y son signo concreto de la continuidad del amor divino que perdona y que salva.
LOS FRUTOS DEL JUBILEO
¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo de hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de la indiferencia. En este jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas. No caigamos en la indiferencia que humilla. Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos privados de la dignidad.
Vamos a reflexionar sobre las obras de misericordia. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos.
Obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos.
Obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.
La Arquidiócesis está construyendo un proyecto desde la Vicaría de la Dimensión social que será una institución de ayuda permanente a los habitantes de la calle y jóvenes en situación de drogadicción.
A continuación la invitación de la apertura de la puerta de la Misericordia en nuestra Arquidiócesis de Bogotá:
http://elcatolicismo.com.co/es/noticias/5501-apertura-de-la-puerta-de-la-misericordia%20.html